jueves, julio 27, 2006

Matrix

Ella corría un gran peligro. Mi deber era salvarla. Para eso estaba yo en aquel estrecho túnel, atestado de tuberías y escalerillas que conducían a diversos niveles del entramado laberinto subterráneo en el que aquel sujeto la mantenía cautiva.
Ahí estaba ella, con un vestido de domingo, claro, sin una sola mancha a pesar del lúgubre sitio en el que nos encontrábamos.
Yo contaba con esa brillante armadura verde, tan llamativa. Me daba suficiente movilidad, con todo y ser tan bromosa.
La tomé por la cintura, su cabello suelto vuela al ser arrebatada de aquel peligro. La conduje a la salida, ella iba delante de mi para protegerla de aquel hombre de armadura amarilla, tan vistosa y brillante como la mía; metálica, con los brazos y las piernas bien protegidos.
Yo soy el calvo que corre tras la mujer, interponiéndome entre ella y el arma del persecutor. A cada paso ella se aleja de nosotros, corre con tanta ligereza que en un momento ella ya no está en la escena, en tanto yo, me muevo con menos facilidad entre los angostísimos espacios.
Me han herido en el abdomen, no se en que momento, pero puedo sentir ahora la sangre tibia bajar por mis piernas. Debo seguir corriendo mientras me sea posible deslizarme entre los tubos que van cerrando el paso.
¡Maldita armadura! Hace que me atore. Mi pecho es muy ancho y ya no puedo safarme. El se acerca, me mira detenidamente. Ya no puedo moverme, solo permanezco ahí, cobre un costado, agitando las piernas y los brazos, pero al instante dejo de hacerlo, pues no tiene caso. Ella debe haber salido de aquí para este momento y eso era todo lo que importaba.
Me apunta a la cabeza, hay una breve pausa en el tiempo en la que puedo verme a mi mismo en aquella situación. Luego viene el disparo. Abro los ojos, luego la boca, sorprendido. Se que he muerto. Ahora todo es blanco intenso y no hay nada en ese lugar.
Entonces despierto y lo recuerdo todo. Jamás había muerto en mis propios sueños. Fue aquello tan real.
Han pasado diez años desde aquella noche y no he olvidado un solo detalle, ni siquiera la sensación de morir.
¿Y si en verdad he muerto?
¿Y si esto es lo que sigue a la muerte?
¿Y si la vida es un sueño?

Nace una estrella

La luciérnaga titila entre los aromáticos paramos nocturnos. Cada destello es un sueño. Ella quisiera que la noche fuera eterna para hacerla el escenario de su vida y obra. Quisiera también ser una estrella más y ya nunca apagarse.
Al despuntar el sol su sueño se va apagando. Su alma encuentra alivio cuando el cielo vuelve a oscurecer.
Esta noche será distinta. Esta noche será especial. La luz de su vida se extingue y ella bien lo sabe. Solo quiere brillar hasta el alba y en ese ultimo destello entregar el corazón, poner la vida. Abrazar el cielo e incendiar su alma como lo hace la luz que la empieza a envolver, esa luz del sol de un nuevo día.

jueves, julio 13, 2006

De las respuestas

En una ocasión el joven lagartijo se acercó al viejo sapo y le preguntó:

- Si yo permaneciera como tu, viejo y sabio sapo, inmóvil y en silencio por días y días ¿encontraría respuestas?

-No –le contestó con seriedad– lo que encontrarías serían preguntas.