martes, mayo 30, 2006

Harta declaración

Ya va siendo hora que se metan los vecinos a dormir, detesto el bullicio de sus niños jugando en la calle. Me gustan los niños, pero no estos, son como animalitos, y se multiplican con el tiempo; hasta hace poco creía que seguía viendo al mismo niño ir a la tienda encuerado, pero resulta que es su hermanito, los vi juntos ayer.

Hay algo que me molesta mas que sus gritos; los balonazos que le dan a mi puerta, me enervan, me hacen explotar de unas ganas de gritarles que se larguen, de reventarles el balón, correrlos a cubetazos de agua helada, pero... son niños. Y ni tan niños.


Más que los pelotazos que le dan a mi casa me molesta que se sientan en el escalón de mi puerta a platicar de un montón de estupideces, de fútbol sobre todo, con un repertorio de palabras altisonantes, que pareciera que está uno en cualquier mercado de abastos. No se puede esperar menos de ellos, la mayoría proviene de familias con cero o muy poca educación social, ética, moral; con muy poca educación de cualquier cosa que no sea robo, mal vivencia, drogadicción, y todas esas cosas que la gente sin anhelos y conformista suele coleccionar.
Pero más me molesta que, si bien no se puede esperar menos, si se puede esperar más. Tienen todas las oportunidades del mundo, como las tenemos todos, para hacer de ellos mejores personas.

Me molesta que malgasten su vida, que desaprovechen las oportunidades de aprender, de crecer, de superarse, de todo lo bueno que les ofrece este maldito mundo. Me molesta que solo se preocupen por aprender cosas estúpidas y a realizar actividades intrascendentes.

Pero lo que termina por romperme las pelotas es que vengan
y lo hagan en la puerta de mi casa. Eso y las dos veces que me han quebrado el memidor de luz.