jueves, febrero 23, 2006

Apoyen a Kenneth!

Cristobal es chido, pero kenneth es mi carnal.

Así que hay que apoyarlo

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jueves, febrero 16, 2006

Caminos Cruzados

La parada del camión estaba demasiado oscura. Detrás de mí quedó la puerta de un bar. Sonaba una música melancólica, de borrachera. Sentí asco. Tanto se tardó el camión que vi cómo los últimos clientes se iban y el lugar cerraba.
Peor se volvió la oscuridad, ni la luna se asomaba. El cielo ennegrecido y las tenues sombras me hacían sentir como en un cuento. Ni un carro pasaba ya, ni siquiera a la distancia. El silencio, la oscuridad, la quietud, el miedo, eran de muerte.
¿Qué era ese destello? Parecía la luz de un cigarrillo. ¿Estaba acompañado? Creí ver la silueta de alguien en la acera de en frente, ¿Desde cuando... ? Llevaba esperando una hora, quizá más. No sabía qué hacer o de qué otro modo regresar a casa. ¿La luz? Se extinguió. Todo fue negro de nuevo. No volví a ver a nadie. Aquello me provocó un mayor temor. Permanecí quieto por largo rato, aguzando ojo y oído.
Allá venía el camión ansiado, lo detuve, subí, pagué. Me sentí aliviado.
Al arrancar el chofer me preguntó: "Oiga, el señor que estaba detrás de usted, ¿Qué ruta estaría esperando?"



miércoles, febrero 15, 2006

Tic tac

Perdí la caja de recuerdos que tenía. Guardaba memorias que nunca fueron mías. Tuve la llave mucho tiempo y ahora ya nada puede abrir. Mi padre me contó lo que en ella había. Contenía gratas historias de mi abuelo que ya no conoceré. Tanto tiempo estuvo ahí, en el mismo lugar. Tanto que no vi las señales que decían “mi tiempo acaba”. Me confié y olvide el tic tac. Me deje engañar por su humilde exterior. Un punto de referencia, solo eso significó para mí por mucho tiempo, solo eso y nada más; nunca tanto como ahora.
A mis hijos tendré que contarles lo que pudo haber, les contaré la historia de mi caja y su trágica pérdida. Pero lo más importante es que yo mismo pondré tesoros, recuerdos e historias en algunas otras cajas, para que ellos puedan decidir si las abren o las dejan pasar.


A don Aparicio (+)

lunes, febrero 13, 2006

El canto de las Sirenas

El canto de mis hermanas hace que el mar se haga profundo y se sumerja en si mismo. Enamoran al viajero atrapándolo en sus redes, como espuma de mar que se deja mecer por las olas. Yo podría escuchar su increíble melodía eternamente, la disfruto hasta lo más profundo de mi ser. La música de la luna llena brillando sobre el mar. La canción de mi alma.

Cuando el sonido de las sirenas llena mi mente, la calma se cuela en mi ser, como la arena que es arrastrada desde la orilla hasta el océano, infinito campo de sueños que me gusta contemplar de noche. Los momentos agradables te los quisiera dar a ti, como si se trataran de la perla más preciada. Solo hay una cosa que anhelo más que el canto de las sirenas: Estar contigo por siempre.



(para tí, Milena)





miércoles, febrero 08, 2006

La cuarta noche en casa

(ficción)

Es la cuarta noche consecutiva que me suceden cosas extrañas mientras duermo. Empezaré a escribirlas aquí, con la intención de poder recordarlas al despertar.

La primera noche que dormí en esta casa sucedió que soñaba con la mudanza, y por alguna extraña razón estaba conciente de que me encontraba acompañado, aunque en realidad siempre estuve solo esos días.

Mientras soñaba que desempacaba el cristal y lo iba acomodando en los estantes ella se encargaba de la caja de libros que aún para ese día no encontraba. Los colocó sobre el baúl de la sala, no podía verla, pero lo sabía. Cuando me preguntó si había leído ya el que tenía un separador al centro yo traté de preguntarle cuál era, fue el momento en que me despertó mi voz. Todo era un sueño. Un extraño sueño con alguien que no conocía pero sentía muy familiar.

Ese día transcurrió normal, cuando regresé a casa encontré la caja de libros y los acomodé sobre el baúl. Fue cuando recordé el sueño de la noche anterior. Había un libro de pastas azules con un separador al centro, pero no recordaba haberlo visto antes. Tal vez era prestado, o posiblemente de mi madre. Alguien debió acomodarlo entre los míos y así vino a parar aquí.

Esa noche soñé de nuevo con la mujer. Joven, cabello largo. Llegaba a visitarme y la hacía pasar. Recuerdo que los muebles eran diferentes, las cosas estaban acomodadas como si se tratara de otra casa. Entonces el sueño se volvió pesadilla, yo quería hablar con ella pero no la encontraba, parecía que me hablaba desde la siguiente habitación, al llegar no había nadie. Su voz seguía escuchándose lejos, aunque no tanto como para no sentir que seguía ahí. De nuevo desperté a causa de mi voz; gritaba su nombre. Sudaba mucho, aún y cuando el clima era muy fresco. No pude recordar lo que pronunciaba al despertar.

Al amanecer me encontraba muy cansado, recuerdo que no salí a trabajar, me reporte enfermo y aguardé sentado en el borde de la cama alguna señal de que no estaba loco. Llamaron a la puerta y dejé la cama. Era el cartero. De las ocho de la mañana hasta el medio día las horas pasaron extrañas, pesadas, nebulosas. Después del medio día parecía que el tiempo había vuelto a funcionar. Pronto cayó la noche y me encontré viendo la televisión. Fui por alguna extraña razón hasta el baúl y tomé un libro. No pude dejar de comprobar que el libro azul del separador seguía ahí. La lectura me ayudó a encontrar el sueño y después de un rato dejaba el libro bajo la lámpara y la apagaba para dormir. Hubiera sido el primer sueño sin sobresaltos si no es porque casi al despertar sentí que había alguien a mi lado. Creo que aún soñaba cuando volteé y la vi a ella mirándome, con su cabello extendido sobre la almohada, mi primer reacción fue de sorpresa, pero actué lento, cuando lo hice salté hacia atrás gritando como si hubiera visto un fantasma. Eran las cinco de la mañana, no podía ver nada. Prendí la lámpara. Estaba completamente solo. Era la tercera noche en esa casa y en cada una había soñado con esa mujer.

Ya no dormí, tenía que salir de ese lugar. Conduje hasta la casa de mi hermana, esperé hasta que saliera. Le conté lo sucedido. Parecía no importarle, o tal vez no me creyó. Me dijo que fuera esa noche a dormir a su casa. Acepté.

Pasé a mi trabajo después de eso. Hablé con mi jefe, me vio en tan mal estado que supuso que seguía enfermo y me dio el día. Estacioné el auto en un parque y dormí toda la mañana a la sombra de un alamillo, hasta que el sol encontró cómo darme en la cara. Eran las cuatro de la tarde y yo debía comer algo, así que conduje hasta el drive de unas hamburguesas. No dejé de conducir, incluso comiendo seguía moviéndome, pues hacía que no pensara en lo sucedido. A las diez de la noche llegué a casa de mi hermana de nuevo, Ella y su esposo me ofrecieron de cenar, pero no tenía hambre. Me dio almohada, cobija y me llevó a dormir a un sofá en su estudio. Hasta ahora parecía que las cosas andaban bien, todo era de lo más normal. Al menos mientras estuviera despierto.

Miré durante mucho tiempo el techo, no recuerdo el momento exacto en que me dormí. Los sueños empezaron claros, tan claros que no hubiera podido distinguirlos de la realidad. Estaba conduciendo a casa. Hacía cuatro días que me había ido a vivir solo y en mi sueño podía recordar ese gusto que me daba poder tener mi propio hogar. Recordaba lo feliz que me hacía haber encontrado algo a tan buen precio y tan amplio: dos pisos, tres baños, una gran terraza, techos altos, escaleras muy amplias y antiguas puertas de madera en cada cuarto, pesadas y viejas como la casa, que ya contaba con cien años, tal vez más. Iba en dirección a mi hogar y eso me hacía feliz.

Al llegar estaba ella en la puerta, la conocía, sabía su nombre y ella el mío. Entonces algo se descompuso, las cosas se veían extrañas y la voz de ella provenía de todas partes. “¿Porqué huyes de mi?” me preguntaba. Yo quería alejarme, dar la vuelta, pero no dejaba de acercarme más y más a la puerta y a donde estaba ella. “No te vayas, quédate conmigo”.

Dio la vuelta, entró y yo iba detrás. Llegamos a su cama, se sentó dándome la espalda y dijo: “acuéstate, duerme”. Ya estaba acostado, no se cómo. Ella permanecía a un lado y su cabello volaba como si el aire fuera muy ligero, o como si estuviera sumergida en el agua. Yo estaba ahora en paz, en una extraña calma, hasta que ella dijo: “¿Ya leíste el libro?

Recuerdo que quise pararme para tomarla por los hombros y preguntarle quién diablos era, pero al despertar estaba en el sofá de la casa de mi hermana. No había pasado siquiera una hora desde que me quedé dormido, lo supuse porque aún no daban las dos de la mañana. Salí de ahí sin despedirme, conduje a casa para poder ver ese libro. Al llegar fui hasta donde estaba, lo abrí por el separador y leí. Hablaba de una mujer, reconocí el nombre. Continué leyendo varias paginas, me detuve al final del capitulo. ¿Qué quería decirme? Solo hay una forma de saberlo, debo volver a hablar con ella. Estoy seguro que ella colocó el separador. Detengo esta narración justo antes de dormir en mi cama con la esperanza de encontrarla en sueños de nuevo. No, no estoy loco, aún no. No creo. Creo que quiere decirme algo. Creo que quiere mi ayuda.



martes, febrero 07, 2006

El porvenir


El domingo 5 de febrero, en la sección cultural del periodico local EL PORVENIR, se publicó un cuento de mi autoría escrito en el taller de José de la Paz originalmente para publicarse en LA ROCKA. Pero los rockos son medio raros y rajones.

Gracias.

Dar click en la imagen superior para leer el cuento en www.elporvenir.com.mx


O bien puede leerse la edición impresa:




jueves, febrero 02, 2006

Me agradaba el fotolog

Cuauhtemoc, vista desde la estacion de metro.

Dijo don José:

"Recuerda, mañana, a las 2, en la librería. recuerda, mañana..."

Luego dijo:

"Ah... ¿Qué hoy es jueves?"


Gracias a Dios por la salud.
Te pido paciencia para Mile.
Y que se me quite lo cínico.
Amén.

sarah khider - mermaid