Había un niño que vivía en una ciudad de clima cálido, de modo que en navidad nunca nevaba. La nieve solo se veía en la televisión y dibujada en las ventanas de las casas y las tiendas, con espuma que parecía, pero no era nieve verdadera. Él quería que nevara para poder jugar a hacer muñecos. Así que en su carta a Santa Claus le pidió nada más ni nada menos que nieve. En la noche buena se fue a dormir temprano. Por la mañana se asomó a la ventana y nada había cambiado. Bajó a la sala y encontró una carta al pie del árbol de navidad. Decía:
“Me apena no poder complacerte, espero te gusten los juguetes que te dejo.Atentamente S. C.P. D. Mira dentro del congelador.”
Al abrir el congelador encontró un muñequito de nieve de chocolate. El niño pensó: “¡Wow! ¡En el Polo Norte cae nieve de sabores!”
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