martes, noviembre 22, 2005

Condenación

He dejado de sentir asco, aunque aún me tiembla un poco la mano. Cuando salpicó estaba tibio, y es que aquí afuera hace un buen de frío. Poco a poco, estoy seguro, iré olvidando; como Juancho, que se echaba hasta dos por semana y dormía como perro de gallinero. No te le pegues tanto que te va a... te dije, me dijo. Lo hecho, hecho está.

Si pudiera elegir otra vez diría que no, que no le entro, es muy difícil, incluso cuando ya está hecho. La vida la da el Señor y Él debe saber cuándo la quita le dije al jefe, pero no me hizo caso. Juancho fue el que me convenció, me escuchó y al final acepte la posibilidad de ser un instrumento de Dios, pero ahora me doy cuenta que era mentira. Estoy lleno de culpa, de pecado. Estoy condenado.

Qué fácil era haberle metido unos chingazos para ver si se animaba a soltar la lengua, como al cuate ese que me lo madrié la semana pasada y que siempre si tenía para pagar. Mientras fuera tortura si me animo, eso es lo mío; pero no le bastaba al jefe, tu ya estas bueno para otras chambitas de más importancia, Ramón, déjale eso a los chamaquitos que van empezando para que agarren callo. No me dejo echarme para atrás. Total hay que ir superándose, ir subiendo de puesto, dejar de ser el mensajero y empezar a ser el verdugo. Ya se te acabó el plazo, güerito, ya nomás tenías hasta hoy ¿juntaste la lana o siempre qué? Comúnmente eligen el siempre qué, Ramón; entonces te los llevas para un camino de rancho y les das en su madre, pero les dices una chingadera antes de meterles el plomo en la chompa, como yo que les digo salúdame al chamuco, nomás no les vayas a decir algo religioso porque quedas como maricón con el jefe.

Yo todavía esperaba que este cabrón aquí tirado si trajera lana, pero el cuate andaba bien enrreatado con medio mundo, quién fregados, en sus cinco, le iba a soltar. Chinga, yo le prestaba nomás para no tener que enfierrarlo, pero es de los que no paga, si no lo sabré yo. Apenas ayer le decía al jefe para qué los mata si los muertos ya no regresan lana y me contestó muy encabritado no lo hago para que ellos paguen, sino para que los que aún quedan vivos se preocupen por pagar a tiempo, si no ya saben cómo les va a ir. Y todavía hay pelados que vienen a besarle las patas a este hijo de la chingada; hasta se atreven a decirle es un santo don Melchor, nadie me prestaba pero usted si, Dios lo premie. Por eso se los truenan, por agachones.

Nos habla y dice llévate a la familia, Juancho. Este cabrón ha de tener la lana bien clavada, que vea que no estoy jugando, si en verdad no tiene pues que Ramón se los despache a todos, para que vaya aprendiendo, aunque me huelo que vas a terminar haciendo tu el jale, Juancho, porque hay como lo ves en la primera se vomita. Luego le hace con el dedo al Juancho a que se arrime y como si yo no escuchara todo lo que dijeron me sonríe el pinche jefe antes de largarnos.

No, si ya se que no tiene, pero no le puedo disparar a la vieja así nomás porque sí, pero si no me la echo yo, se la echa el Juancho, y ya se lo que hace con las viejas antes de tronárselas, prefiero darle un tiro aquí, así, rapidito, pero no se calla mi ella ni él. Juancho le pega al wey y esta chilla con más ganas hasta que escucha la voz quedita de Juancho y veo cómo la mira, con ganas de echársela., ¿no tenían un hijo? Le dice mientras le agarra el cabello y se lo enreda entre los dedos para estirarla y mirarle la cara toda manchada de tierra y lagrimas. Me da lastima pero encuentro una cosa muy llamativa en sus ojos húmedos, este wey se clavó en ellos, ya le trae ganas. Amartillo el gatillo para distraerlo y continúa donde se quedó, si no te callas lo busco luego de acabar aquí, así que calmadito, güero y cooperando. Por fin se calmo la mujer, ya bajó la mirada, ahora si le puedo disparar a gusto. Ahí va, que dios me perdone. Espérate, Ramón, no dispares. Si lo escucho pero me vale. Sale la bala y antes de que el tronido acabe se va de lado y cae con la cara al suelo. El cabello empapado le cubre el rostro. Dios, escúchame, no tuve opción.

Ya te dijeron güero que te calmaras, pero no se puede calmar viendo a su mujer como un trapo ahí con la frente en las piedras. Para que veas que somos buena gente te damos chanza ¿tienes para pagar? ¿no? Échatelo me dice Juancho y yo aún nervioso le pego la pistola en la cien mientras me Juancho habla con una voz que se escucha bien lejos, no te le pegues tanto que te va a... te dije.

Un tiro mal dado y cae gritando con la quijada rota y el ojo fuera de su sitio. Grita muy fuerte el perro. ¿Ahora qué hago, Juancho? Tírale otra vez para que ya se calle. Le tiro dos veces más, una de ellas en el pecho. Ya que se calla me pide el arma pero hago como que no lo escucho, en verdad no lo escucho y el no insiste. Se le queda viendo a los cuerpos, viendo los charcos negros. Tu sabias que la vieja era al último, Ramón. ¿Si sabias, verdad? No, tu dijiste que me la chingara; me hago el que no entiende nada, el se cansa de esperar la pistola y se va.

Ya no me tiembla la mano y la sangre ya se siente helada. Me limpio con un trapo mientras pienso en lo que acabo de hacer. Después de todo no fue tan difícil meterle plomo a este gorrón, ahora que lo pienso bien. Ya hasta le estoy agarrando coraje, se clavó veinte mil pesos el muy listo y ni tenía cómo responder por ellos. Que hijo de su madre. Vio a su vieja morirse y siguió ahí agachando el cuerno, pinche maricón. Toma estos dos más, cabrón, para que no te reconozca ni tu puta madre ahora que te encuentren. Déjame que lo patee, Juancho, si ya está muerto. Me vale madre la sangre, el carro lo lavamos y ya. ¿No te importó tu vieja? Nomás que le dispare una más en los huevos y nos vamos, párate no me jales. ¿Eso valía su vida? Está bueno, ya. Vámonos de aquí. No tarda en arrimarse alguien. Oye, Juancho ¿de veras me hubieras tronado a mí si no me aviento con estos dos? Y se ríe el muy cabrón y dice yo sabía que no me ibas a quedar mal, pero si, si te hubiera tenido que borrar. Me quedo en silencio, él cree que me asustó, pero yo ya sabía. Por algo Juancho no tiene cuates. Volteo y le digo vamos a mocharle un dedo a la vieja del de los elotes para que se anime a ir juntándole. Se lo dejamos como mensajito de los tres días, me vale si no los junta, sirve que uso la frase que había pensado y no usé con el güero, me cae de madres que le voy a agarrar gusto a esto.


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