martes, noviembre 15, 2005

Cuando lo veo pienso esta frase


Ese cerro de la silla, coqueto y atractivo, se regala solito a quien lo mira. Le gusta viajar, se prende de un recuerdo, se hace polizón de las memorias. Se convierte en horizonte y ancla de nuestros corazones cuando partimos del terruño. Se vuelve estampa, se encariña y se hace adoptar por extraños y visitantes.

Ese cerro de la silla que me vio nacer, que me cuidaba asomándose por la ventana del kinder y cuando daba vueltas en aquél pequeño carrusel; me daba los buenos días y miraba a mi papá hacer locuras en las enormes ventanas de mi primer memoria; que me acompañaba allá en la distancia mientras con los cuates me comía unas tostadas en la tienda de doña Mary; que ha engalanado cada una de mis tardes de romance al lado de Milena en cada plaza, al regreso de cada noche de cine; al que le gusta mirarnos cuando nos sentamos a leer en una banca y sonríe al ver una cámara fotográfica. Ese cerro de la silla, increíblemente, cuando lo veo desde Cadereyta no siento que me de la espalda.

Y ese cerro de la silla que es tan mío como de los coterráneos, es tuyo si lo miras parado en sus faldas o sobre el cerro del obispado. Allá del otro lado de la Loma Larga se mira igual de bonito. Pero definitivamente no hay nada mejor que venir en carretera y verlo surgir al fondo; eso es señal de que estás en casa. Conforme vas notando su cara te das cuenta que ya te esperaba.

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