miércoles, noviembre 09, 2005

La sangre fría

¡Ah, es que aquello fue un crimen muy famoso, muy comentado! Hasta vinieron aquella vez los de la tele y me preguntaron. No pos yo ni supe qué decir. Cuando le ponen a una la cámara en la cara pues se le olvida hasta como se llama; todo se va en estar pensando si se verá bien y si lo irán a ver los compadres.

Pero aquello fue muy feo, nadie se imaginaba que fuera a pasar. Nos sorprendió la sangre fría con la que el asesino había actuado. Si tan tranquilo que había sido siempre el barrio. Ese día, cuando encontraron el cuerpo de Juanito, el hijo de doña Silvia, todos nos quedamos bien espantados. Si tan bueno que parecía ser, pero así piensa uno de los pobres chamaquitos que tiene papás mendigos.

Luego luego pensaron que se había tratado de un viejo cochino, de esos que encueran niños y después les hacen cosas feas para terminar aventando los cadáveres al monte. Pues cómo no imaginarse eso, si a Juanito lo encontraron en el baldío de la esquina, entre los matorrales, bien sucio, hasta sin zapatos.

Como tres días la policía anduvo buscando al asesino, o los zapatos; a ver que salía primero. Hasta fueron a la escuela primaria para ver si alguien sabía algo. Pues no les va diciendo a los policías Pablo, un niño que ni amigo era de Juanito, que él había visto al vago que duerme debajo del puente ahí por donde encontraron el cuerpo. Pues la policía le creyó, y se fueron detrás del viejo ese que vivía en el río, abajo del puente.

Nombre, si a la semana tuvieron que soltarlo, no le pudieron comprobar nada. Los más afectados por eso fueron los papás del pobre niño. No había a quién castigar por el homicidio y ya llevaban 10 días sobre lo mismo. Llore y llore a la hora de la misa, pero bien que se aventaba sus gritotes fuera de la iglesia. ¡Hay, la venganza, como es! Si bien dicen que es un veneno, que mata el alma.

Pero no acabó ahí todo, ¡que va! El vagabundo le dijo algo a la policía y lo siguieron como una pista. Si ya lo habían dicho unos amigos de Juanito, en la primaria, pero a los niños que dicen cosas así pues quién les cree. Dijo el viejo ese que en la noche que pasó por ahí vio a un muchachito en la calle, muy tarde para andar despierto. Y que al verlo, pos se espantó y corrió como alma que se la lleva el viento.

Pos donde iba uno a creer que un niño fuera capaz de matar a otro, no, que va. El asesino debía ser un sujeto con mucha sangre fría, con antecedentes, un enfermo, un depravado sexual o algo así; pero un niño no podía ser. Pues es lo que tenían diciéndole los amiguitos de Juanito a la maestra ya días. Ella nomás les decía que no dijeran eso, porque iban a mortificar a la mamá. “Ya agarrado a aquél pelado”. Todo mundo pensó que había acabado el cuento, pero cuando lo soltaron pues los niños siguieron con lo mismo. “Pablo y Juanito se habían peleado el día anterior”, decían todos.

Y pues decidieron que había que ir a la casa de Pablo a comprobar las habladas. Y si, si se habían peleado, había un testigo, mamá de un compañero de Pablo. La única forma de relacionarlo era que tuviera los zapatos de la victima, porque arma no creían que hubiera. Así, rápido, sacaron que tenía que haber muerto de un buen golpe en el cráneo, dado con una piedra, y pues donde lo hallaron había muchas, así que no se investigó si alguna tenía huellas digitales. El occiso había salido a la papelería por la tarde y no regresó; la mamá supuso que estaba en su cuarto haciendo tarea. El cuerpo tuvo que haber sido llevado por la noche hasta aquél baldío, porque de día cualquiera lo hubiera visto y eso no sucedió.

Pablo, por su parte, que no iba en el mismo salón de clases que Juanito, ni enterado estaba de lo que decían de él. La pelea que habían tenido un día antes era cosa de niños, pensaban los adultos. Además de que Pablo era un niño muy serio, tenía muy pocos amigos y jamás se andaba metiendo en problemas. Ellos dos apenas y coincidían en algo, aunque recientemente había llegado Juanito a convivir mucho con algunos amigos de Pablo y a veces iba a casa de uno de ellos, de Luis, donde todos se reunían por las tardes, después de comer.

Cuando llegaron los agentes a casa de Pablo y hablaron con los papás de éste, los hicieron pasar para que buscaran los zapatos, pero no encontraron nada. Luego le hicieron preguntas a los papás y al niño por separado. Todos coincidían en que éste regresó a casa después de la pelea y no salió por el resto del día. Le contó a su mamá del problema que tuvo con el niño asesinado, a quien todos en la familia lo tenían por un abusivo. No era la primera vez que molestaba a su hijo, y se aprovechaba de ser un año mayor. La mamá de Pablo hasta lo había castigado por pelearse, pues había maltratado mucho sus tenis nuevos. El tal Juanito hasta le había quitado dinero en una ocasión anterior y fueron a hablar con sus padres, quienes eran gente muy extraña y también tenían fama de conflictivos, pero éstos se negaron a devolver nada diciendo que le enseñaran a su hijo a defenderse.

Pues más difícil se presentaba la situación. Estaban llegando a un callejón sin salida en la investigación. A no ser que encontraran algo nuevo no iba a haber para más. La indignación de todo mundo se hizo notar, andaban pesadas las cosas en aquellos días. Parecía que dieran toque de queda y se recogía la gente y las criaturas temprano en sus casas. “Cuídate de los extraños”, “no hables con nadie en la calle”, y un sin fin de recomendaciones se les daba a los menores esos días.

Todo el barrio tomó cartas en el asunto, por las noches había patrullaje vecinal para ver si el asesino no andaba al asecho de nuevas victimas. En más de una ocasión y en menos de tres noches se dieron falsas alarmas, en una de ellas se trataba del velador de la colonia y las demás eran muchachos estudiantes que trabajaban turnos complicados y salían de madrugada. Aún así no se dejó de sospechar de esa gente.

Fue entonces que encontraron unos tenis colgados de un cable de luz, pensaron que podía tratarse de los desaparecidos. Un vecino fue el que se dio cuenta de que no llevaban mucho tiempo. Antes de oscurecer trajeron un camión con canastilla, de esos de la comisión, para poder bajarlos y ver si encontraban huellas digitales. La mamá de la victima los reconoció como los tenis que llevaba su hijo el día de su desaparición. Inmediatamente se dieron cuenta todos que los tenis estaban en muy buen estado, así que debían haberlos colgado apenas uno o dos días atrás. Nuevamente el asesino actuaba frente a sus narices y nadie podía pescarlo. Detrás del camión se iba la policía con la evidencia. Ahora si iban a saber quien fue el despiadado asesino. Se le ocurrió a uno de los presentes decir que podía estar ahí mismo, entre ellos, como en las películas. Ese comentario fue una bomba, nadie rió, ni la menor mueca se dejó ver en sus caras, todos pelaron nomás los ojos y se fueron viendo uno por uno lentamente. Agarraron para su casa despacito y la calle se convirtió en un desierto toda esa noche.

A la mañana siguiente se presentó el culpable ante los agentes que investigaban el caso, tuvo miedo de que vieran que las huellas digitales de los zapatos eran mayormente de él, había confesado a sus padres lo que había hecho. Tuvo miedo que se dieran cuenta que los tenis colgados ahí eran los que le habían comprado aquél día. Ese había sido el motivo del pleito, llevó sus tenis, aún en la caja de la zapatería, para presumirlos a casa de su amigo Luis, donde se reunían a diario. Al mismo tiempo llegaba Juanito, vio que llevaba una caja y se la quitó, sacó los tenis y al ver que eran iguales a los suyos, se los arrojó a un cable de luz y quedaron amarrados ahí. Lo agredió enojado por lo que había hecho, pero Juanito era más grande y no pudo hacerle nada. En eso salió la mamá de Luis y los corrió de ahí por peleoneros.

Fue cuando pensó en vengarse, siguió a Juanito rumbo a su casa y cuando pasaban por el baldío, tomo una piedra y lo golpeó en la cabeza, lo tumbó de ese solo golpe, estaba muerto. Lo arrastró hasta un montón de basura que había en el baldío y lo cubrió lo mejor posible. En la noche salió de su casa sin que nadie lo notara, regresó hasta donde estaba el cuerpo para dejarlo más a la vista, para que lo encontraran fácilmente. Lo más sorprendente fue saber de la sangre fría con la que había actuado Pablo durante todos esos días. Los zapatos de Juanito los trajo puestos mientras todo mundo los buscaba.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Ese Cooper, siempre he pensado que usamos la imaginacion porque nos aburre la realidad, aunque en este cuento de los tenis no se cual sea mas impresionante, lo que si es que se ve que tienes talento para escribir aunque yo no sea nadie para decirlo, echale ganas, nos estamos leyendo.

Rezard dijo...

Tsssss ya te dije que me voy a poner a escribir pa hacerte competencia jajaja, un dia de estos que tenga un mejor teclado =b

--Saludos y echale ganas, te la bañaste con las fotos del flog ;)

El Angel