(ficción)
Es la cuarta noche consecutiva que me suceden cosas extrañas mientras duermo. Empezaré a escribirlas aquí, con la intención de poder recordarlas al despertar.
La primera noche que dormí en esta casa sucedió que soñaba con la mudanza, y por alguna extraña razón estaba conciente de que me encontraba acompañado, aunque en realidad siempre estuve solo esos días.
Mientras soñaba que desempacaba el cristal y lo iba acomodando en los estantes ella se encargaba de la caja de libros que aún para ese día no encontraba. Los colocó sobre el baúl de la sala, no podía verla, pero lo sabía. Cuando me preguntó si había leído ya el que tenía un separador al centro yo traté de preguntarle cuál era, fue el momento en que me despertó mi voz. Todo era un sueño. Un extraño sueño con alguien que no conocía pero sentía muy familiar.
Ese día transcurrió normal, cuando regresé a casa encontré la caja de libros y los acomodé sobre el baúl. Fue cuando recordé el sueño de la noche anterior. Había un libro de pastas azules con un separador al centro, pero no recordaba haberlo visto antes. Tal vez era prestado, o posiblemente de mi madre. Alguien debió acomodarlo entre los míos y así vino a parar aquí.
Esa noche soñé de nuevo con la mujer. Joven, cabello largo. Llegaba a visitarme y la hacía pasar. Recuerdo que los muebles eran diferentes, las cosas estaban acomodadas como si se tratara de otra casa. Entonces el sueño se volvió pesadilla, yo quería hablar con ella pero no la encontraba, parecía que me hablaba desde la siguiente habitación, al llegar no había nadie. Su voz seguía escuchándose lejos, aunque no tanto como para no sentir que seguía ahí. De nuevo desperté a causa de mi voz; gritaba su nombre. Sudaba mucho, aún y cuando el clima era muy fresco. No pude recordar lo que pronunciaba al despertar.
Al amanecer me encontraba muy cansado, recuerdo que no salí a trabajar, me reporte enfermo y aguardé sentado en el borde de la cama alguna señal de que no estaba loco. Llamaron a la puerta y dejé la cama. Era el cartero. De las ocho de la mañana hasta el medio día las horas pasaron extrañas, pesadas, nebulosas. Después del medio día parecía que el tiempo había vuelto a funcionar. Pronto cayó la noche y me encontré viendo la televisión. Fui por alguna extraña razón hasta el baúl y tomé un libro. No pude dejar de comprobar que el libro azul del separador seguía ahí. La lectura me ayudó a encontrar el sueño y después de un rato dejaba el libro bajo la lámpara y la apagaba para dormir. Hubiera sido el primer sueño sin sobresaltos si no es porque casi al despertar sentí que había alguien a mi lado. Creo que aún soñaba cuando volteé y la vi a ella mirándome, con su cabello extendido sobre la almohada, mi primer reacción fue de sorpresa, pero actué lento, cuando lo hice salté hacia atrás gritando como si hubiera visto un fantasma. Eran las cinco de la mañana, no podía ver nada. Prendí la lámpara. Estaba completamente solo. Era la tercera noche en esa casa y en cada una había soñado con esa mujer.
Ya no dormí, tenía que salir de ese lugar. Conduje hasta la casa de mi hermana, esperé hasta que saliera. Le conté lo sucedido. Parecía no importarle, o tal vez no me creyó. Me dijo que fuera esa noche a dormir a su casa. Acepté.
Pasé a mi trabajo después de eso. Hablé con mi jefe, me vio en tan mal estado que supuso que seguía enfermo y me dio el día. Estacioné el auto en un parque y dormí toda la mañana a la sombra de un alamillo, hasta que el sol encontró cómo darme en la cara. Eran las cuatro de la tarde y yo debía comer algo, así que conduje hasta el drive de unas hamburguesas. No dejé de conducir, incluso comiendo seguía moviéndome, pues hacía que no pensara en lo sucedido. A las diez de la noche llegué a casa de mi hermana de nuevo, Ella y su esposo me ofrecieron de cenar, pero no tenía hambre. Me dio almohada, cobija y me llevó a dormir a un sofá en su estudio. Hasta ahora parecía que las cosas andaban bien, todo era de lo más normal. Al menos mientras estuviera despierto.
Miré durante mucho tiempo el techo, no recuerdo el momento exacto en que me dormí. Los sueños empezaron claros, tan claros que no hubiera podido distinguirlos de la realidad. Estaba conduciendo a casa. Hacía cuatro días que me había ido a vivir solo y en mi sueño podía recordar ese gusto que me daba poder tener mi propio hogar. Recordaba lo feliz que me hacía haber encontrado algo a tan buen precio y tan amplio: dos pisos, tres baños, una gran terraza, techos altos, escaleras muy amplias y antiguas puertas de madera en cada cuarto, pesadas y viejas como la casa, que ya contaba con cien años, tal vez más. Iba en dirección a mi hogar y eso me hacía feliz.
Al llegar estaba ella en la puerta, la conocía, sabía su nombre y ella el mío. Entonces algo se descompuso, las cosas se veían extrañas y la voz de ella provenía de todas partes. “¿Porqué huyes de mi?” me preguntaba. Yo quería alejarme, dar la vuelta, pero no dejaba de acercarme más y más a la puerta y a donde estaba ella. “No te vayas, quédate conmigo”.
Dio la vuelta, entró y yo iba detrás. Llegamos a su cama, se sentó dándome la espalda y dijo: “acuéstate, duerme”. Ya estaba acostado, no se cómo. Ella permanecía a un lado y su cabello volaba como si el aire fuera muy ligero, o como si estuviera sumergida en el agua. Yo estaba ahora en paz, en una extraña calma, hasta que ella dijo: “¿Ya leíste el libro?
1 comentario:
hey wey a l madre si me pasara eso la neta no haria un post en un blog wey kreo ke mejor haria un libro o una novelaq cabron la neta estubo HARDCORE yo si me volviera loco wey neta
saludos
ke la fuerza te acompañe
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