Cierta mosca que se alimentaba del dulce de la fruta se detuvo a pensar en la cantidad de frutas que en su vida quería llegar a probar. No podía faltarle en su lista la sandía, aunque no fuera mucho lo que se fuera a comer de ella, consideraba que la debía probar. La fresa: esa exótica y llamativa fruta silvestre estaba en su lista, al igual que la uva, el plátano, el kiwi (aunque solo había oído hablar de él y no mucho, de hecho una vez nada más y no escuchó de qué se trataba, pero como lo escuchó de otra mosca debía entonces tratarse de una fruta) y una cantidad de frutas muy extensa.
Despreciaba alimentarse ya solo de naranjas o piñas, que era lo único que había probado en su corta existencia. Desdeñaba igualmente las frutas simples, según su parecer, como la toronja o la manzana. Guardaba sus ansias y su hambre para aquellas frutas que estaban en su lista. Aún y cuando ni viéndolas las pudiera reconocer las buscaba con afán.
Otra mosca más vieja, esto es, con dos días más de vida que la primera, le comentó que en su juventud, que significaba tres días atrás, escuchó que las frutas exóticas son de temporada y eso quería decir que tardaría en haber en el mercado, que era donde las moscas volaban. Y así, decidió alimentarse de naranjas y manzanas, pero les comentaba a las otras que lo hacia solo en espera de aquellas que se había puesto como máxima.
Fue varios días después cuando la mosca cayó muerta, no aplastada como suelen morir la mayoría, sino de vieja, ya que la vida de las moscas es muy corta.
Lo mismo les pasa a algunos hombres que viven esperando mejores tiempos y desprecian lo que el presente les brinda.
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